EL RUTÓMETRO

El sexto monumento

Strade Bianche
La Strade Bianche, el sexto monumento. (AFP)

Toma su nombre de las estradas vinícolas que dan fama al corazón de la Toscana. Tierra fértil de vides y olivos que tapizan de forma incomparable una región añeja, que rezuma carácter propio y denominación de origen por los cuatro puntos cardinales de su espléndido paisaje. La Strade Bianche, por aclamación popular, está considerada como el ‘sexto Monumento’. Las fotografías que transforman en arte el ciclismo gracias a las carreteras de grava, encumbradas por figuras de prestigio que han conseguido triunfar en el icónico ascenso que desemboca en la Piazza del Campo de Siena, pusieron fácil su universal reconocimiento a pesar de la juventud de la carrera.

Allí ganaron, entre otros, Fabio Cancelleara, Julian Alaphilippe, Michael Kwiatkowski, Tadej Pogacar, y quien es el gran favorito de esta diecisiete edición, Mathieu Van der Poel. Apellidos convertidos en poderosas razones que han ayudado a que la primera clásica World Tour sea esperada con entusiasmo por el aficionado.

En el idioma ciclista marzo es sinónimo de clásicas. Y la Strade Bianche es la primera de ellas. Ver sumergidos a los ciclistas en una burbuja de polvo, con sus rostros enjutos, salpicados por el polvo blanco de los tramos de grava que cruzan el Valle vinícola de Chianti, bajo la mirada de cipreses enhiestos, es uno de los episodios más apasionantes de la temporada.

El estreno de las carreras legendarias de un día no podía empezar de mejor manera. Italia compite en todo y también en el romanticismo con las clásicas tradicionales que suelen fijar la atención en el norte de Europa. Hablamos de las cunas del ciclismo de competición. Cada región tiene su riqueza cultural y deportiva y no existe necesidad de comparación. Sin embargo, de Italia, y en especial, de la Toscana, brota la belleza más pura y descarnada de la esencia de este deporte.

Es fácil perderse por derivas mitológicas si uno deja volar la imaginación y rememora leyendas de otros tiempos, surgidas del estrecho vínculo existente entre el ciclismo y el mundo rural. La unión de estos valores ocultos que descifran esfuerzo, resistencia, humildad y perseverancia, mimetizan desde un paisaje rico en dichas virtudes, que fueron labradas a lo largo de los siglos.

Una fórmula magistral

Esto es lo que representa la Strade Bianche, y lo que transmite la nube de polvo metalizada por el golpeteo incesante de pedales y sus jadeantes protagonistas. Ciclismo puro al máximo nivel competitivo. Difícil superar la fórmula magistral. Inevitable la consideración y admiración respetuosa del buen aficionado. La ausencia de años de lustre competitivo de la Strade, en comparación con la historia centenaria de otras clásicas, fue saldada con creces por el esfuerzo y por un recorrido de belleza y dureza radicales.

No sabemos quién afrontará los setecientos metros de la mítica subida de la Vía de Santa Catalina con las opciones de materializar la gloria. De nuevo, la fotografía volverá a adornar de arte y tradición ese último esfuerzo que obtendrá el mayor reconocimiento. Es la belleza de correr por las colinas del corazón de la Toscana y tener el arco de meta en la Piazza del Campo de Siena. Nos hallamos ante el mismo escenario que comparten la medieval carrera de jinetes a caballo del Palio y la moderna carrera de jinetes sobre bicicleta de la Strada Bianche, el “ sexto Monumento”.

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